Lavate las manos

• Siempre empezá con las manos limpias para evitar llevar bacterias al rostro.

Humedecé tu cara

• Con agua tibia (no caliente, para no irritar la piel). Esto ayuda a abrir los poros suavemente.

Aplicá la espuma

• Colocá una o dos pulsaciones de espuma en la palma de tu mano.

• Masajeá suavemente sobre el rostro con movimientos circulares, evitando el contorno de ojos.

• Asegurate de cubrir frente, nariz, mejillas y mentón.

Enjuagá con agua tibia

• Retirá completamente la espuma con agua. No debe quedar ningún residuo.

Secá con toalla limpia

• A toquecitos, sin frotar, para no irritar la piel.

Aplicá tus productos habituales

• Después de la limpieza, podés seguir con un tónico, serum o crema hidratante, según tu rutina y tipo de piel.